
Se va el 2007. Se termina el año. Y en esta abstracción temporal que a menudo hacemos (todos los fines de año) el pensamiento hegemónico nos enseña, nos acostumbra, nos impone la realización de un balance. A veces hasta de manera inconsciente, aunque no queramos, realizamos un reconto, un cálculo tal vez de lo que fueron los últimos 365 días. Lo que hicimos, lo que queda pendiente, lo que salió mal, lo que salió bien, lo que no salió. La enciclopedia nos dice que balance es el estado de la situación de una entidad en un momento determinado; y la realidad de mercado en la que vivimos nos impone esta palabrita como ejercicio para ver como anduvo nuestro propio ombligo. Si creció, si se escondió, si es más grande que el año pasado. Porque todos estos cálculos y juicios nos lo hacemos a nosotros mismos, de manera urgente y comparativa, coyuntural y exitista, sin tener en cuenta la mayoría de las veces el proceso en el que está inserto. Por esta razón balance se opone a autocrítica, o a introspección, las cuales van cargadas del análisis, de la reflexión, del contexto en el que estuvo y también estará nuestra práctica cotidiana. Podríamos hacer un balance (pequeño quizá) de lo que es el suplemento que estás leyendo y que nació este año. Un recuento (siempre e inevitablemente tendencioso) de lo que fueron los lazos construidos desde este lugar. Y si bien las palabras balance y balanza tiene un origen común, los panzaverdes preferimos, en vez de hacer un balance, subirnos a una balanza. Subirnos a la balanza con la realidad actual y medirnos cara a cara con ella (nada menos). ¿Cómo estamos parados? ¿resistimos sus embates? ¿estamos logrando construir? ¿se genera un espacio? ¿hay incidencia? De un lado de la balanza nuestros miligramos no llegan a mover las toneladas de una áspera realidad que impone el poder. Pero estos miligramos, que sin apuro pero con firmeza prometen ser gramos, son puros en trabajo, solidaridad, compañerismo, paciencia y reivindicación de y desde lo popular. Los vendedores de la revista, los colaboradores que número tras número le van poniendo el pulmón, los muchos amigos que se prestan para una nota, los intercambios con los muchachos de la Unidad Penal Nº 3, los amigos murgueros y talleristas de los barrios, la valiosísima conformación de la Red Regional de Revistas de Calle junto a Barriletes, La Pulseada y La Búsqueda y los trabajosos proyectos de los talleres en conjunto que planteamos como red arrancarle al gran árbol del Estado, todo esto y muchas más son los miligramos que reúne nuestro plato de la balanza. Miligramos que continúan allí, concienzudamente, por más que el año termine y empiece otro, haciendo mucha fuerza. Porque ¿qué pasa del otro lado de la balanza? ¿Qué se logra ver en el otro plato? Una realidad en carne viva que propone cerrar el año con lucecitas de colores y papelitos. Y con mucho alcohol si es posible, así nos olvidamos de todo. Se logra ver un escenario donde el 1º de enero correrán el telón para presentar la misma obra continuada y, de nuevo ¡con los mismos actores! Se logra ver una continuidad en la política de paños fríos, de cooptación al servicio del control, de hacer como si, y de aflojar la cuerda para que el ahorcado no pegue el manotazo. Y fatalmente (o planificadamente) dentro de esa continuidad están en escena los reclamos por despidos, un 40 % de la población empobrecida, las protestas por falta de trabajo, están las escuelas que se caen y los abuelos que se mueren de una gripe; los mas de diez mil pibes encerrados, los miles de presos sin condena y mas masacres de Quilmes; continúan los gatillos fácil, los medios y su parafernalia al servicio del engaño, la desnutrición, la problemática que sufren los pobladores originarios del Chaco y el afano de tierras a los mapuches; sigue el saqueo del petróleo y de las minas, la falta de vivienda y la explosión de mas y mas villas miserias, los gurises que mueren electrocutados por rejas y las rejas que separan a los que más tienen de los que fueron despojados de casi todo, y la persistente justificación institucional de todo esto y mucho más. Ante esta escena nuestro platillo de la balanza parece casi no existir. Pero también ante esta escena nuestro peso se proyecta, no sin esfuerzo, intentando llegar a ser gramos y más gramos, hasta ser kilos y más kilos que disputen la medida -con tiempo y organización determinados, claro-. Este sistema de ordenación de nuestra vida marcado por el capitalismo e impuesto por una minoría mundial es el que poco a poco va generando más contradicciones en su contra. Nuestro trabajo también es poner en evidencia esas contradicciones y socavarlas aún más, también desde esta humilde y constante revista, hasta volverlas incontrolables, proponiendo a la par nuestro parecer, amontonando mas y mas gramos de esfuerzo, de organización, de cooperación, de denuncia, de participación y de debate acerca de que tipo de sociedad es la que queremos vivir y como construirla. Porque aunque por algunos momentos parezca una utopía o una causa perdida, sea año nuevo o año viejo Panza Verde seguirá apostando todas las fichas y poniendo toda la carne en la parrilla.
Sebastián Pittavino
Publicado en No te calles... Ya! Los gurises Nº 5 (Dic 2007)