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jueves, 4 de febrero de 2010

El silencio es impunidad

El 8 de enero se cumplió un mes de la muerte de Rubén Carballo. El 14 de noviembre pasado Rubén concurrió con sus amigos, y su entrada, al estadio del club Vélez Sarfield para ver el recital de Viejas Locas.

Esa misma noche centenares de chicos como él fueron ferozmente reprimidos por la policía. A Rubén lo encuentran al otro día -15 de noviembre- a algunas cuadras de distancia del estadio e inconciente. La fractura de cráneo, además de diversos golpes en todo su cuerpo, le habría ocasionado el coma profundo que, luego de 20 días de agonía, lo llevó a la muerte. La versión oficial de la policía dice: "se habría caído de un muro de unos 7 u 8 metros mientras intentaba colarse al recital". Los resultados de la autopsia: "la lesión craneal no es compatible con la de una caída, sí lo es con la de un golpe con un objeto contundente". La versión de su padre producto de sus investigaciones con más de 50 testigos: "lo molieron a palos los policías, luego como no reaccionaba, lo levantaron, se lo llevaron en un patrullero y lo tiraron en una canchita del Club Ferroviario donde lo encuentran 13 horas después". Los responsables: bien, gracias. La prensa: con temas como el caso Pomar (sólo un accidente), la selección de nacional de fútbol y algún invento mediático más, se encargó de sepultar el caso. Esta crónica viene a poner una vez mas sobre el tapete la crueldad, la violencia y la furia con que la policía, brazo armado del estado y de quienes lo manejan, reprime, tortura y mata a nuestros jóvenes. Lamentablemente tenemos que decir que no son casos aislados o producto de una reprimenda o venganza personal. Tenemos que afirmar que se trata de una política de represión hacia los jóvenes. Sí, así es. El paradigma dominante pone a los niños y jóvenes que no son de su clase, y que no van a ocupar un lugar en ella, en el terreno del estorbo, de la molestia, del gasto y del peligro social. Por lo tanto se los tiene que mantener en el lugar de dominados: acallados, barridos, reprimidos cultural, política y físicamente. Se los tiene que matar. Esta ecuación no es nueva. Por más que los milicos que torturaron y asesinaron a Rubén no lo se-pan quizá de manera consciente, esta ecuación que cierra con palos es tan vieja como los propios cambios sociales a través de la historia. Pero se viene observando tan sin tapujos y con una crueldad mediática sin precedentes en esta última parte de nuestra Argentina. El terreno está perfectamente preparado para el silenciamiento. La muerte de un chico sólo tiene que ser la noticia del día, o peor, sólo la nota de sangre del noticiero, porque después el show debe continuar, con Susana, con Mirtha y con Marcelo. Jóvenes que son futuros trabajadores, ocupados o desocupados, y que a la larga reclamaran sus derechos, deben ser silenciados. Y ya no les hace falta esconderse para acallarlos, reprimirlos y matarlos. Ya fueron despojados, antes de su propia vida, de sus derechos, de su identidad, de su visibilidad. Ya la sociedad los imagina en la nada, los imagina nada. Y son tan invisibles para la sociedad como los asesinos que los matan. De esa manera los que nos dominan pueden lograr el consenso, la connivencia y la impunidad. La baja de edad de imputabilidad, la criminalización de la pobreza y la judicialización de la protesta son el marco que intentarán encuadrar imágenes como la del asesinato de Rubén. Son la cereza del postre de los asesinos. Si nosotros como pueblo no vemos esto, no vemos que nos están matando a los pibes, entonces nos estarán matando como clase. Tenemos como deber desnudar, develar esta realidad, e imponer esta verdad, la nuestra. Detrás de lo que nos muestran está lo que esconden: una juventud que está siendo adoctrinada para la dominación, silenciada y preparada para ser saqueada y matada. Y este silencio es el cómplice de la impunidad. Tendremos que desmontar a gritos los andamiajes de la mentira que nos imponen. La tarea es ardua pero no imposible. ¡Por Rubén Carballo! ¡Por la justicia de todos los pibes asesinados del país!


Sebastián Pittavino


Publicado en No te calles... Ya! Los gurises Nº 19 (feb 2010)

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